21 de diciembre de 2007. Atención padres y madres con bebé a bordo. Zapatero nos prohibe a todos darle un cachete a nuestros propios hijos. El mediador de la paz universal, el adalid de la bandera blanca, el artífice de la alianza de la humanidad... sí, ese mismo que negocia con terroristas encapuchados consentidos por los hombres de Estado, nos impide ahora por decreto de ley que le demos un cachete o un guantazo o lo que nuestra prudencia de padres dicte en cada momento cuando el niño se pone tonto y cuando el adolescente, embebido en su pavo supremo, suelta bilis por la boca contra la señora de la casa. Faltaría más.
Este señor o no calcula bien los tiempos o le saca leyes para que las incumplamos. No le bastó con educar la moral de nuestros hijos en los institutos esos que están en los últimos puestos del ránking de calidad educativa, según el informe Pisa, con Educación para la Ciudadanía. No. Él quiere más. Él quiere coartar la libertad de los padres envolviendo en normas intransigentes su afán de controlarlo todo, ese mal endémico que padecen los pacientes con síndrome de inseguridad galopante.
Entronicemos a Zapatero en el Trono del Intervencionismo. De aquí al socialismo de González, del día a la noche y me quedo corto.
Si él quiere mantener a raya a sus hijas a base de discursos vacíos, que aguante su ingenua vela. Es un síntoma más de su desconocimiento de la sociedad que le rodea. Ni sabe lo que vale un café, ni lo que vale un peine. Basta con ojear la calle a vista de pájaro para entender que lo que le hace falta a mucho joven rebelde sin causa es un buen par de cachetes, no por satisfacción del violento progenitor, sino porque una torta a tiempo siempre la hemos agradecido todos.
La Ley del Cachete es un paso más en el empeño de Zapatero por atontar a la sociedad, partiendo por hacer inútiles a sus fuerzas vivas para que no se desconecten del tetris de un entorno desestructurado a posta.
A ver si se lleva un cosquis en las elecciones y conseguimos que este presidente sobón se salga de nuestras cosas, un reducto de intimidad y de libertad al que nunca le hemos invitado. Este señor es un canapero de nuestras conciencias. Suerte que Marín, el santo Marín, se lo quita de en medio para siempre.
Este señor o no calcula bien los tiempos o le saca leyes para que las incumplamos. No le bastó con educar la moral de nuestros hijos en los institutos esos que están en los últimos puestos del ránking de calidad educativa, según el informe Pisa, con Educación para la Ciudadanía. No. Él quiere más. Él quiere coartar la libertad de los padres envolviendo en normas intransigentes su afán de controlarlo todo, ese mal endémico que padecen los pacientes con síndrome de inseguridad galopante.
Entronicemos a Zapatero en el Trono del Intervencionismo. De aquí al socialismo de González, del día a la noche y me quedo corto.
Si él quiere mantener a raya a sus hijas a base de discursos vacíos, que aguante su ingenua vela. Es un síntoma más de su desconocimiento de la sociedad que le rodea. Ni sabe lo que vale un café, ni lo que vale un peine. Basta con ojear la calle a vista de pájaro para entender que lo que le hace falta a mucho joven rebelde sin causa es un buen par de cachetes, no por satisfacción del violento progenitor, sino porque una torta a tiempo siempre la hemos agradecido todos.
La Ley del Cachete es un paso más en el empeño de Zapatero por atontar a la sociedad, partiendo por hacer inútiles a sus fuerzas vivas para que no se desconecten del tetris de un entorno desestructurado a posta.
A ver si se lleva un cosquis en las elecciones y conseguimos que este presidente sobón se salga de nuestras cosas, un reducto de intimidad y de libertad al que nunca le hemos invitado. Este señor es un canapero de nuestras conciencias. Suerte que Marín, el santo Marín, se lo quita de en medio para siempre.