Lunes, 10 de septiembre de 2007. Este verano he estado viajando con ZP, de la mano del que fuera su secretario de Estado de comunicación para asuntos relacionados con la política exterior en los dos primeros años de su legislatura, Javier Valenzuela. El libro está muy bien escrito y te sirve para tener una panorámica sobre lo que piensa y lo que hace el presidente del Gobierno para intentar situar a España en un lugar preponderante.
Me planteé varias veces escribirle al periodista de El País que ha escrito estas líneas para refutarle algunas afirmaciones que allí aparecen, pero me pareció un poco pretencioso porque él sabe mucho más de política internacional. Está claro que con la experiencia que tiene se ganó el cargo en el ejecutivo de Zapatero y ayudó, en bastantes momentos, a remediar la escasa lucidez del presidente en estas cuestiones transnacionales.
Valenzuela dedica su libro a explicar que aliarse con los países de América Latina es la mejor opción que pudo haber tomado un dirigente de un Gobierno español. Para los que criticaban que Zapatero era sólo amigo de los populistas iberoamericanos, el periodista deja claro que ZP gozó de una magnífica amistad con Chirac, Shöreder, Blair y Berlusconi, y en una pose, desde mi punto de vista, imprudente, dedica muchas de sus páginas a sentenciar que no todo presidente de gobierno vive del pan de EEUU. Pinta a Bush de caprichoso megalómano y trata de explicar en diversos capítulos que fue Zapatero el que nunca tuvo el más mínimo interés por sentarse a arreglar el mundo con el presidente estadounidense, como si tuviera que excusarse por un desquite.
Ahora a Zapatero sólo le quedan sus contactos en América Latina. Dando sin esperar nada a cambio se forjan buenas relaciones muy fácilmente. Sin embargo, en Europa nuestro presidente se ha quedado sólo: sus colegas pasaron a la historia y ahora no acaba de hacer buenas migas con Sarkozy, Merkel, Brown y Prodi. Y encima, con los vecinos más próximos tampoco está el horno para bollos, véase Argel.
Con estos contactos, mala pinta tiene eso de la alianza de las civilizaciones. Una vez que la política exterior de Zapatero no ha dado buenos resultados, a pesar de los esfuerzos de Moratinos, al presidente sólo le queda salvarse en marzo arreglando los problemas internos que él mismo ha provocado con su vicio por los estatutos regionales. Tendrá que pasar de la alianza de civilizaciones a la alianza de las autonomías. Volver a unir lo que estaba unido y dejar su idealismo –del que habla Valenzuela- para cuestiones menos trascendentales. Desde luego, en política exterior Zapatero ha estado jugando con fuego, y si quiere jugar a hacer política internacional que se compre un Risk. Más allá del tablero, que le deje el testigo a gente que sepa de qué va esa fiesta.
Me planteé varias veces escribirle al periodista de El País que ha escrito estas líneas para refutarle algunas afirmaciones que allí aparecen, pero me pareció un poco pretencioso porque él sabe mucho más de política internacional. Está claro que con la experiencia que tiene se ganó el cargo en el ejecutivo de Zapatero y ayudó, en bastantes momentos, a remediar la escasa lucidez del presidente en estas cuestiones transnacionales.
Valenzuela dedica su libro a explicar que aliarse con los países de América Latina es la mejor opción que pudo haber tomado un dirigente de un Gobierno español. Para los que criticaban que Zapatero era sólo amigo de los populistas iberoamericanos, el periodista deja claro que ZP gozó de una magnífica amistad con Chirac, Shöreder, Blair y Berlusconi, y en una pose, desde mi punto de vista, imprudente, dedica muchas de sus páginas a sentenciar que no todo presidente de gobierno vive del pan de EEUU. Pinta a Bush de caprichoso megalómano y trata de explicar en diversos capítulos que fue Zapatero el que nunca tuvo el más mínimo interés por sentarse a arreglar el mundo con el presidente estadounidense, como si tuviera que excusarse por un desquite.
Ahora a Zapatero sólo le quedan sus contactos en América Latina. Dando sin esperar nada a cambio se forjan buenas relaciones muy fácilmente. Sin embargo, en Europa nuestro presidente se ha quedado sólo: sus colegas pasaron a la historia y ahora no acaba de hacer buenas migas con Sarkozy, Merkel, Brown y Prodi. Y encima, con los vecinos más próximos tampoco está el horno para bollos, véase Argel.
Con estos contactos, mala pinta tiene eso de la alianza de las civilizaciones. Una vez que la política exterior de Zapatero no ha dado buenos resultados, a pesar de los esfuerzos de Moratinos, al presidente sólo le queda salvarse en marzo arreglando los problemas internos que él mismo ha provocado con su vicio por los estatutos regionales. Tendrá que pasar de la alianza de civilizaciones a la alianza de las autonomías. Volver a unir lo que estaba unido y dejar su idealismo –del que habla Valenzuela- para cuestiones menos trascendentales. Desde luego, en política exterior Zapatero ha estado jugando con fuego, y si quiere jugar a hacer política internacional que se compre un Risk. Más allá del tablero, que le deje el testigo a gente que sepa de qué va esa fiesta.