25 de septiembre de 2007. El País sigue en su guerra sin cuartel contra Zapatero. Los pisos de alquiler, el despilfarro del superávit, las medidas electoralistas... y ahora Afganistán. Machacar al líder del PSOE se ha convertido en línea editorial para la cabecera de Prisa, lo cual demuestra dos cosas: que el presidente del Gobierno ha perdido la confianza en los núcleos duros del partido y que El País, "el diario independiente de la mañana", el tabloide inquebrantable, es capaz de potenciar un cambio sustancial en su ideario como reacción a una situación coyuntural propiciada por la guerra del fútbol, lo cual desprestigia al periódico más leído de esta España de izquierdas. Hasta El País es capaz de volverse contra sus directrices editoriales cuando le tocan el bolsillo. Y no hay nada más radical que la fuerza del converso, así que el gabinete de prensa de Moncloa deberá estar más pendiente en la campaña electoral del diario de Prisa que del resto de medios. O a lo mejor estas editoriales críticas con el sistema son un guiño a los intelectuales de izquierdas desmovilizados que no acudirán a las urnas en marzo... pero deberían seguir acudiendo cada mañana a su kiosco para comprar El País...
Pero más que la actitud de Prisa, que puede ser una sencilla pose, me interesa el fondo de sus editoriales porque dan en el blanco. Ayer murieron dos soldados españoles en Afganistán: Germán y Stanley. Perdieron sus vidas en la guerra que sacude aquel país desde hace seis años. Así de claro lo dice el diario independiente, así de claro lo dice toda España, aunque el Gobierno se pase las ruedas de prensa dándoles vueltas al asunto hasta hacer vomitar una de las perdices más mareadas de la legislatura. Un Gobierno que niega lo evidente, por regla de tres, miente compulsivamente en las cuestiones que no trascienden. Eso sí, son prestidigitadores de la palabra para buscar el concepto más cercano a la verdad entre todos los que significan una mentira vulgar. Debe ser difícil la labor enmarañadora de López Garrido.
En Afganistán hay una guerra donde han muerto 85 españoles. Convencido de que no es momento de retiradas, porque ya está bien de que España se quite de en medio siempre en los momentos más inoportunos, es tiempo de ayudar en la posguerra y no de olvidarnos del mundo cuando los medios descuelgan de sus páginas las imágenes del conflicto. Es el momento de dar la cara, tanto en Afganistán como en el Congreso de los Diputados. Es tiempo de decir verdades, de dejar de tratar al pueblo como si fuéramos alumnos del bachillerato de Cabrera: Si los soldados españoles están en zona de conflicto, debemos escucharlo de boca del presidente. Tenemos todo el derecho del mundo a saber que la pugna contra la guerra de Irak y la cobarde retirada a pesar del ejército era sólo una cuestión electoralista y una clave de márketing. Es decir, una decisión inmadura de jugador de Risk. Así entenderemos mejor que los gritos del "No a la Guerra" formaban parte de los extras del montaje del PSOE para ganar las últimas elecciones generales.
Pero más que la actitud de Prisa, que puede ser una sencilla pose, me interesa el fondo de sus editoriales porque dan en el blanco. Ayer murieron dos soldados españoles en Afganistán: Germán y Stanley. Perdieron sus vidas en la guerra que sacude aquel país desde hace seis años. Así de claro lo dice el diario independiente, así de claro lo dice toda España, aunque el Gobierno se pase las ruedas de prensa dándoles vueltas al asunto hasta hacer vomitar una de las perdices más mareadas de la legislatura. Un Gobierno que niega lo evidente, por regla de tres, miente compulsivamente en las cuestiones que no trascienden. Eso sí, son prestidigitadores de la palabra para buscar el concepto más cercano a la verdad entre todos los que significan una mentira vulgar. Debe ser difícil la labor enmarañadora de López Garrido.
En Afganistán hay una guerra donde han muerto 85 españoles. Convencido de que no es momento de retiradas, porque ya está bien de que España se quite de en medio siempre en los momentos más inoportunos, es tiempo de ayudar en la posguerra y no de olvidarnos del mundo cuando los medios descuelgan de sus páginas las imágenes del conflicto. Es el momento de dar la cara, tanto en Afganistán como en el Congreso de los Diputados. Es tiempo de decir verdades, de dejar de tratar al pueblo como si fuéramos alumnos del bachillerato de Cabrera: Si los soldados españoles están en zona de conflicto, debemos escucharlo de boca del presidente. Tenemos todo el derecho del mundo a saber que la pugna contra la guerra de Irak y la cobarde retirada a pesar del ejército era sólo una cuestión electoralista y una clave de márketing. Es decir, una decisión inmadura de jugador de Risk. Así entenderemos mejor que los gritos del "No a la Guerra" formaban parte de los extras del montaje del PSOE para ganar las últimas elecciones generales.