martes, 11 de septiembre de 2007

Adelante

Foto: EFE
11 de septiembre de 2007. Después de un intenso verano, Mariano Rajoy ha conseguido ser nombrado candidato oficial del PP para las elecciones de marzo. Primer paso. En su discurso, cargado de connotaciones para remarcar la autoridad que necesita para que no naufrague el proyecto, el líder popular ha dicho, con razón, que tiene un gran equipo de políticos preparados con los que podría formar 50 gobiernos mejores que el que tiene Zapatero, como si eso fuera difícil. Muchos niños que empiezan el cole entre hoy y mañana si jugaran a ser un Consejo de Ministros (entiendo que es mucho pedir para la Generación Play), darían mejor el pego.
De momento, vamos a conformarnos con un buen equipo para un sólo gobierno. España necesita a un PP en su máximo esplendor, por eso me parece bien que Rajoy pida a sus compañeros de partido máxima unidad y máxima colaboración con el único objetivo de ganar las elecciones. Tan dóciles y obedientes como si tuvieran sangra militar.
Lo que me gustaría es que, una vez que hayan logrado llegar a la Moncloa con un equipo renovado formado por los mejores, el PP no vuelva al país de los complejos y retome su afán por desvirtuarse progresivamente en busca de no se sabe qué tipo de centro: que defienda con la misma fuerza lo que ha defendido en la oposición y que pelee con el mismo ahinco por hacer realidad sus promesas con urgencia para que sean eficaces. Rajoy deberá poner en marcha muchos de sus compromisos para ratificar su autoridad. Entonces, el partido tendrá que ponerse manos a la obra para enmendar muchos de los errores de Zapatero que tanto ha criticado en el Congreso de los Diputados. Y también deberá aprender de sus aciertos, sobre todo de la utilización del márketing socialista para que al hacer las cosas bien, la sociedad tenga la impresión de que avanza; y para que cuando no salgan los planes como estaban previstos, la opinión pública tenga la sensación que la culpa de todo lo tiene la indulgente oposición. En estos nuevos tiempos, además de actuar bien hay que saber venderse, pero sin empalagar. De paso, cuando Rajoy empiece su legislatura deberá trabajar bien por España reconstruyendo su unidad y su imagen internacional para que pronto Zapatero y su talante sean un mal sueño en una mala noche en una mala posada.