martes, 2 de octubre de 2007

Cuatro años, una eternidad

Foto: EFE
2 de octubre de 2007. Hace cuatro años todas las aguas estaban en su cauce. De lo que se trataba era de seguir creciendo, seguir haciendo amigos, seguir uniendo... Y cuatro años pueden ser una eternidad cuando comprobamos ahora que los ríos están fuera de madre, que volvemos sobre nuestros pasos, que nos quedamos sólos en el panorama internacional y que estamos más separados que nunca. El premio por "Cuatro años de regreso" es para José Luis Rodríguez Zapatero. Como señala la crítica especializada, "en esta legislatura ha sabido interpretar con acierto el papel de político que parece que está en las nubes, pero que en realidad está deconstruyendo". Aplausos y concha de oro.
Hace cuatro años los nacionalismos estaban en sus sitio. Siempre a caballo entre la libertad de expresión y el desaire constitucional, pero sin ser los protagonistas de la escena política. Me refiero a los nacionalismos exhacerbados, tanto en Cataluña como en el País Vasco. Ahora, el escenario de la película ha cambiado. Los extras han tomado la pantalla y quieren ser las estrellas de Hollywood.
Hace cuatro años el Rey y a la monarquía estaban en una vitrina. Se veían, pero no se tocaban. La llegada de Zapatero es sinónimo de decadencia social de la Familia Real. Tantas vueltas a la III República, que el cántaro se rompe.
En 2003 hablar de crisis económica era casi un imposible metafísico. Hoy, la utopía es que los ciudadanos, las empresas y las multinacionales confíen en el Gobierno español. En 2003, ETA estaba en los sótanos, ahora está de nuevo en los escaparates. En 2003, los terroristas estaban fuera de las instituciones políticas y la Administración apoyaba sin fisuras a las Reginas Otaolas. Hoy, ser libre en Euskadi es más caro.
Digamos que son cuatro años muy bien aprovechados. Es el resultado de gobernar un país con resentimiento y mala leche. Es como si el equipo de ZP buscara efectos colaterales...