miércoles, 14 de noviembre de 2007

El Rey está triste

Foto: EFE
14 de noviembre de 2007. La monarquía está de moda a pesar del empeño de la prensa rosa por dinamitarla con cócteles de cotilleos enfermizos que arrancan algo más que cuatro dedos. Con una audiencia vacía como referente, estos paparazzi deshumanizados disfrutan sacando lo peor de cada casa, buscando hundir famas y honores a precio de saldo. Después de una jornada agotadora de trabajo urdiendo males con informaciones de budú, estos depredadores de carnaza se irán a dormir tranquilamente a sus lofts postmodernistas para hacer zapping y depurar sus conciencias con lavados de risa floja.
La prensa rosa ha profundizado en la distancia entre la Infanta Elena y Jaime de Marichalar. Esperemos que el anuncio de la Casa Real no les sirva para intrigar en el resto de matrimonios de los hijos del Rey.
El Mundo decía ayer que Juan Carlos I está triste. Seguramente, la decisión de su hija mayor de poner tierra de por medio le haya dolido mucho más que la herida que Chávez pretende provocar al monarca. Este politicucho de verbena no entiende que aquí en España sólo tiene hueco como muñeco que baila a su bola colgando del retrovisor frontal de los coches. La sensación para estas navidades.
La noticia de la separación de los Príncipes de Lugo es una pena, espero que no sea la espita para que la Familia Real española imite el descalabro sentimental del modelo anglosajón, sobre todo porque detrás de esos fracasos siempre hay mucha más tela que cortar.
España necesita el ejemplo moral de la Corona, y sobre todo necesita que ese ejemplo no sea teatro. Porque la monarquía no es sólo un modelo de organización del Estado: la sucesión por consanguinidad hace además que la monarquía sea una familia especial, por eso forma parte de sus obligaciones ser una unidad modélica de donde se desprenderán todos sus privilegios.