martes, 4 de marzo de 2008

Cara a cara con la realidad

Foto: EFE
4 de marzo de 2008
Después de lo que vi ayer y lo que veo y oigo hoy en los medios de comunicación, no tengo más remedio que repudiar a los expertos y a las encuestas exprés precocinadas. Ayer, punto por punto, ganó el debate Mariano Rajoy. Ahora, los intelectuales de izquierda que escriben o los que se pasan la vida de tertulia en tertulia, no tendrán más remedio que buscar en el baúl de la excusas para exaltar a su líder: les puede la pasión y hacen un flaco favor a su objetividad y a su profesión. Uno de los ejemplos más claros es el de José María Calleja, todólogo de pro. Uno de esos periodistas que vive de pasarse los 365 días del año hablando de ETA y que se caracteriza por su vehemencia radical contra el que disienta en su modo de pensar. Entre sus víctimas: Isabel San Sebastián y Alfredo Urdaci. Dijo ayer después del debate que Rajoy había firmado su finiquito político mientras todos los que oíamos su exabrupto pensábamos que era él el que había firmado su sentencia de muerte como periodista. Decir que Zapatero tumbó a Rajoy como dice sin escrúpulos El País, es de cerrar el kiosco y dedicarse a otra cosa. Al menos, así lo vi yo.


Zapatero: Espeso. Con dificultad para expresar sus ideas. Lento y dubitativo. Quería bronca y la tuvo: contradijo su repulsa figurativa contra la crispación como buen hombre de paz. Intentó sacar su lado mitin, pero eso en TV queda demasiado forzado. Gestos autoritarios y miradas inquisitorias contra la buena de Olga Viza. Lo del Libro Blanco fue de risa: todo lo que voy a decir está recogido en este libro, luego todo lo que voy a decir es verdad. A mí esos silogismos me matan. ¿Qué me importa a mí su Libro Blanco? ¿Necesita tener un acta notarial para ganar la confianza de los telespectadores? Supo meter el dedo en la llaga con la Guerra de Irak, el 11-M y los muertos de ETA: se repetía el menú de revisión del pasado. Y para colmo, la mayoría de sus propuestas eran para 2020, que nos pilla a todos muy lejos. No le creo cuando dice que las críticas a su gestión han sido un estímulo para seguir trabajando; no le creo cuando dice que ha cohesionado España; no le creo cuando dice que ha gobernado con firmeza y convicción; no le creo cuando cuantifica la calidad de la Educación en número de becas y cuando alaba el inglés en la escuela cuando hay colegios donde no se puede estudiar en castellano, y no le creo cuando mira a la cámara y hace compromisos solemnes que suenan a propuestas vacías. No estuvo brillante ni en sus expresiones ni en sus ideas: quedó demasiado patente que no ha tenido una política económica y que su política institucional se reduce a Cataluña y Andalucía. Una vez más instrumentalizó el terrorismo y la violencia doméstica y se permitió el lujo de decir que el PSOE es el eje central de la democracia española, cuando sabemos que ahora hay menos democracia en la calle que hace cuatro años.


Rajoy: Le vi seguro, con los datos en la cabeza, resuelto y vivo. Un poco atropellado en sus intervenciones, al parecer porque tenía muchas cosas que decir. Metió la pata hasta el corbejón al meterse en el jardín de Irak. Había carteles luminosos indicando precipicio y Rajoy decidió entrar hasta el fondo. Le salió mal, a pesar de la resolución de la ONU. Por lo demás creo que barrió a su contrincante: le vapuleó con la subida de los precios, con la política lingüística, con la ruptura de la unidad nacional y con las mentiras. Quedó claro su mensaje: "usted es un aprendiz de brujo que juega a ser presidente, y esto es una cosa seria que requiere saber llevar la economía y no ser un dirigente cada día al sol que más calienta, rompiendo España y radicalizando a los nacionalistas". Bien. Firme. Un poco repetitivo al hablar del pollo y el huevo y de la inmigración, pero muy convincente. Él no necesita libros blancos para ganarse la credibilidad de las audiencias, aunque tiene que entender que la manipulación de los que debaten sobre el debate y la falta de objetividad periodística reinante en este país le quitan mucha eficacia a su papel en el cara a cara.