14 de junio de 2007. Celebramos mañana el 30 aniversario del 15-J, el 30 cumpleaños de nuestra democracia, el momento más oportuno de los últimos 30 años para pensar en lo injusto que es nuestro sistema electoral. Hoy todo serán parabienes para Adolfo Suárez, la transición y la fiesta de las urnas, pero la realidad va por otro lado. Después de las elecciones autonómicas del 27 de mayo ha vuelto a quedar de manifiesto que ejercer el derecho al voto puede servir para conseguir objetivos contrarios: votamos mayoritariamente a un partido para que presida un ayuntamiento o una comunidad autonómica y nos encontramos con que al final, los que mandan son los partidos que menor respaldo han logrado en los respectivos comicios. Este sistema no funciona: que gobiernen los que escoge la mayoría se ha convertido en la excepción. Al final, siempre habrá una IU, ERC o Unión Mallorquina que se lleven la perra gorda sin que los ciudadanos le hayan otorgado ese derecho.
Cuando vemos cómo se las gastan los políticos en materia de ingeniería electoral, te planteas qué sentido tiene tu voto. Luego vendrán los expertos para averiguar cuáles son las causas de la subida de los índices de absentismo cuando la cuestión está clara: el ciudadano de pie sabe que los gobiernos no serán lo que digan las urnas sino lo que decida la supervivencia de los políticos.
Cuando vemos cómo se las gastan los políticos en materia de ingeniería electoral, te planteas qué sentido tiene tu voto. Luego vendrán los expertos para averiguar cuáles son las causas de la subida de los índices de absentismo cuando la cuestión está clara: el ciudadano de pie sabe que los gobiernos no serán lo que digan las urnas sino lo que decida la supervivencia de los políticos.