11 de octubre de 2007. Siempre que Laporta sale al terreno de juego político hace el ridículo hasta el extremo ese en el que se entremezclan la vergüenza ajena y la sensación de pena. ¡República independiente del Barça! ¿No se da cuenta este hombre de lo cutre que es no entender que hay seguidores del Barcelona F.C. repartidos por todos los rincones del planeta? Si sus declaraciones extemporáneas son ladrillos para construir el muro de su presencia en la política nacionalista de la comunidad catalana, que sepa que la eficacia de su mensaje está sirviendo más bien para cavar su propia tumba, tanto como presidente de un club deportivo como representante de los ciudadanos en un cargo político. Pero en fin, de momento, Laporta no está ni en Moncloa, ni en la Generalitat, ni en el ayuntamiento de la capital de Cataluña y tiene más posibilidades de expresar sus convicciones con libertad, aunque quizás no entienda que libertad y responsabilidad van de la mano, pero eso es un problema suyo.
Al otro lado del campo está Federico Jiménez Losantos: un comunicador nato con el que se puede estar o no de acuerdo, pero que también tiene potestad para utilizar sus micrófonos con libertad, a pesar de que los ultraizquierdistas le hayan cavado la tumba del desprecio por pensar contra corriente. También él debe medir el alcance de su libertad de expresión y la responsabilidad de ser el director del programa de radio más escuchado en las mañana española.
En el centro del campo, Rajoy: un mensaje solemne para una fecha solemne, el Día de la Hispanidad. Nada más encomiable que las personas que se dedican a suplir las carencias de un gobierno cuando éste no llega, o no quiere llegar, al mínimo de sus competencias.
Tanto Laporta como Jiménez Losantos pueden decir Misa desde sus púlpitos. Ellos sabrán donde está el punto medio para acertar con el mensaje. Lo triste es que se atente contra la patria desde las instituciones públicas y que sean los políticos los que enredan las cosas para complicarnos la vida. Rajoy ha dado la cara porque Zapatero se la dejó entre el proceso de paz y el Estatuto de Cataluña. Cuando el PP habla de España, por mucho que al listo de Blanco le moleste, es que el Gobierno la desprecia.
Al otro lado del campo está Federico Jiménez Losantos: un comunicador nato con el que se puede estar o no de acuerdo, pero que también tiene potestad para utilizar sus micrófonos con libertad, a pesar de que los ultraizquierdistas le hayan cavado la tumba del desprecio por pensar contra corriente. También él debe medir el alcance de su libertad de expresión y la responsabilidad de ser el director del programa de radio más escuchado en las mañana española.
En el centro del campo, Rajoy: un mensaje solemne para una fecha solemne, el Día de la Hispanidad. Nada más encomiable que las personas que se dedican a suplir las carencias de un gobierno cuando éste no llega, o no quiere llegar, al mínimo de sus competencias.
Tanto Laporta como Jiménez Losantos pueden decir Misa desde sus púlpitos. Ellos sabrán donde está el punto medio para acertar con el mensaje. Lo triste es que se atente contra la patria desde las instituciones públicas y que sean los políticos los que enredan las cosas para complicarnos la vida. Rajoy ha dado la cara porque Zapatero se la dejó entre el proceso de paz y el Estatuto de Cataluña. Cuando el PP habla de España, por mucho que al listo de Blanco le moleste, es que el Gobierno la desprecia.