13 de diciembre de 2007. Ya está aquí. Super Bono en acción: el terror de los nacionalistas, el martillo de hereje contra la independentismos apoyados por su mismo partido, la auténtica y genuina sal de todos los platos, el hombre de la bandera española en una mano y la rosa antinacional en la otra, el artífice de la esquizofrenia, la cruz del PSOE, el agua bendita de Zapatero, el socialista de Osborne...
Y llega pisando fuerte: "El Estatuto Catalán no le gusta ni a sus padres", incluyendo entre sus progenitores A y B a Maragall que no sería nada sin el espaldarazo impresentable de un presidente del Gobierno acostumbrado a mimar a las comunidades rebeldes que se quieren salir del mapa.
Es verdad. El Estatuto Catalán es el punto de inflexión de la democracia y de la última etapa constitucional de España. Mucho más que ETA, fácil de aniquilar cuando hay determinación política, la norma disgregadora es el demonio para la unidad nacional. Corruptio optimi, pessima. Ese es el ariete que debería agarrar el PP para derrotar la imagen ficticia de Zapatero. La imagen: la estatua de Sadam cayendo a trozos.
El PP está en otras guerras. No hay trillos para profundizar en sus críticas a los estatutos de autonomía. Tibieza. Tibieza. Bono, aunque está acostumbrado a la sobreactuación y ha perdido ya bastante credibilidad entre los suyos, sabe aprovechar mejor los minutos de gloria: que quede claro que soy el candidato español, el que sustituirá a Zapatero cuando acabe su segunda y última legislatura. Virgencita: que no caiga esa breva.
Y llega pisando fuerte: "El Estatuto Catalán no le gusta ni a sus padres", incluyendo entre sus progenitores A y B a Maragall que no sería nada sin el espaldarazo impresentable de un presidente del Gobierno acostumbrado a mimar a las comunidades rebeldes que se quieren salir del mapa.
Es verdad. El Estatuto Catalán es el punto de inflexión de la democracia y de la última etapa constitucional de España. Mucho más que ETA, fácil de aniquilar cuando hay determinación política, la norma disgregadora es el demonio para la unidad nacional. Corruptio optimi, pessima. Ese es el ariete que debería agarrar el PP para derrotar la imagen ficticia de Zapatero. La imagen: la estatua de Sadam cayendo a trozos.
El PP está en otras guerras. No hay trillos para profundizar en sus críticas a los estatutos de autonomía. Tibieza. Tibieza. Bono, aunque está acostumbrado a la sobreactuación y ha perdido ya bastante credibilidad entre los suyos, sabe aprovechar mejor los minutos de gloria: que quede claro que soy el candidato español, el que sustituirá a Zapatero cuando acabe su segunda y última legislatura. Virgencita: que no caiga esa breva.