30 de enero de 2008
España es el país del tomate. Vergüenza ajena me da que el fiscal general del Estado no haya actuado de oficio ante cada programa de esos dos cachondos dedicados a destrozar la fama de las personas con saña, alevosía, mala educación y muy poca dignidad profesional. El problema es que tal y como estamos, al final estos son nuestros héroes nacionales. Ellos son los hombres de rosa que se han cargado instituciones como la Monarquía y los que han convertido en un cómic irrisorio la vida política del país.
Tengo el sano orgullo de poder prometer que no he visto nunca ni el tomate ni la tomata. No es mi estilo hacer la digestión con la bilis de dos payasos que juegan a destripar a la gente delante de las cámaras. La cosa es que la salsa del tomate ha llegado demasiado lejos y España está cada vez más atomatada: una sociedad que padece el síndrome agudo de Peter Pan y que huye de la realidad buscando mundos de alianzas de civilizaciones no está en condiciones de permitirse muchos avances. Hablas con un francés o un italiano y te das cuenta que ellos van con un siglo de adelanto: saben hablar y expresar unas ideas propias, son críticos y leen, y no son extraterrestres.
En estos países, hasta los políticos se toman las cosas en serio: allí las tribunas parlamentarias no son barras de bar y las ministras de Fomento no venden sus discos en las gasolineras.
Y esta España con salsa de tomate en la sien es la que votará el día 9 de marzo... Miedo me da...
España es el país del tomate. Vergüenza ajena me da que el fiscal general del Estado no haya actuado de oficio ante cada programa de esos dos cachondos dedicados a destrozar la fama de las personas con saña, alevosía, mala educación y muy poca dignidad profesional. El problema es que tal y como estamos, al final estos son nuestros héroes nacionales. Ellos son los hombres de rosa que se han cargado instituciones como la Monarquía y los que han convertido en un cómic irrisorio la vida política del país.
Tengo el sano orgullo de poder prometer que no he visto nunca ni el tomate ni la tomata. No es mi estilo hacer la digestión con la bilis de dos payasos que juegan a destripar a la gente delante de las cámaras. La cosa es que la salsa del tomate ha llegado demasiado lejos y España está cada vez más atomatada: una sociedad que padece el síndrome agudo de Peter Pan y que huye de la realidad buscando mundos de alianzas de civilizaciones no está en condiciones de permitirse muchos avances. Hablas con un francés o un italiano y te das cuenta que ellos van con un siglo de adelanto: saben hablar y expresar unas ideas propias, son críticos y leen, y no son extraterrestres.
En estos países, hasta los políticos se toman las cosas en serio: allí las tribunas parlamentarias no son barras de bar y las ministras de Fomento no venden sus discos en las gasolineras.
Y esta España con salsa de tomate en la sien es la que votará el día 9 de marzo... Miedo me da...