Jueves, 6 de septiembre de 2007. Esta mañana he oído con horror un anuncio de la semana fantástica de El Corte Inglés que parecía la primera lección del nuevo curso de Educación para la Ciudadanía. Aunque no es textual, la cuña decía aproximadamente lo siguiente: "No te puedes perder las sorpresas que te hemos preparado para la próxima temporada de otoño. Aprovecha los nuevos tonos y los originales diseños que este año te proponemos (...) También tenemos prendas de corte masculino para la mujer (...) Tienes que ser la primera en llevar lo último..." y le faltó decir a la locutora que "son cortes masculinos para que sientas que tú eres la que llevas los pantalones en casa, para que puedas tú también ir pisando fuerte. Ya que no es fácil que te dejes barba de tres días, por lo menos ponte pantolones y camisas de hombre... Ahora, la moda se viste de disfraz. Para tí. Para todos. Y si no estás contenta con nuestras prendas unisex, no lo olvides, te devolvemos el dinero...".
Es tremendo. No quisiera parecer exagerado, radical, ni nada por el estilo. La libertad del hombre y de la mujer por encima de cualquier cosa. Pero me mata ese intento ideológico-cultural-económico-machista de querer hacer de lo femenino algo negativo. Sobre todo, porque no nos damos cuenta de lo que esta sociedad necesita a la mujer sin matices. Lo que más me molesta es lo orquestado que está todo este fenómeno por los pensadores de la ideología de género, con cátedra en la Universidad Carlos III, de la que salió la actual vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. En el fondo, es ese feminismo radical que huele a rancio pero que está por todas partes y que nace con el empeño de elevar tanto la categoría de la mujer para que después caiga sobre su propio peso. Sus novedosas ideas ya están en la calle, en la mismísima semana fantástica...
Es tremendo. No quisiera parecer exagerado, radical, ni nada por el estilo. La libertad del hombre y de la mujer por encima de cualquier cosa. Pero me mata ese intento ideológico-cultural-económico-machista de querer hacer de lo femenino algo negativo. Sobre todo, porque no nos damos cuenta de lo que esta sociedad necesita a la mujer sin matices. Lo que más me molesta es lo orquestado que está todo este fenómeno por los pensadores de la ideología de género, con cátedra en la Universidad Carlos III, de la que salió la actual vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. En el fondo, es ese feminismo radical que huele a rancio pero que está por todas partes y que nace con el empeño de elevar tanto la categoría de la mujer para que después caiga sobre su propio peso. Sus novedosas ideas ya están en la calle, en la mismísima semana fantástica...