jueves, 7 de junio de 2007

Los mártires de Euskadi


7 de junio de 2007. Un aplauso para los señores y señoras que tomarán posesión como alcaldes de partidos democráticos en ayuntamientos del País Vasco donde sólo huele a batasuno, donde se juegan la vida por representar al pueblo que los ha elegido. Para ellos, no así para otros del PNV o de socialistas afines al "proceso de paz" como Patxi López, ser alcaldes de su pueblo es entrar en el infierno por la Puerta del Príncipe: vivir pegados a un guardaespaldas, perder la libertad progresivamente y estar condenado para siempre con la pistola detrás de la oreja. Mientras tanto, el resto de compañeros políticos hacen oídos sordos, el silencio que los hace cómplices.
Un aplauso para los verdaderos comprometidos con la política: los más honrados, los que sólo se mueven por servir a la sociedad, porque lo demás lo pierden o lo han perdido casi todo. Gente normal con dosis impropias de coraje: María San Gil, Rosa Díez, Nicolás Redondo, Jaime Mayor Oreja... y otros muchos anónimos que trabajan cada día por conseguir que el orden y la cordura vuelva a las tierras vascas. Mención especial, si es que se pueden hacer distinciones en este enrarecido clima político, para Regina Otaola, la alcaldesa de Lizarza: la mano que mece la cuna de los extremistas de ANV... como para salir huyendo. Estos son los vascos y las vascas que quieren lo mejor para los vascos y las vascas. Los demás lo único que hacen es vaciar el aire, imponer criterios, renegar de la democracia por la vía de los hechos. Otros son sencillamente unos hipócritas.
Un aplauso para ellos y un tirón de orejas para los que, teniendo responsabilidades, no se mojan. Por ejemplo, Rodríguez Zapatero, Pepe Blanco... y Rubalcaba, que por mucho que esté quemado con el presidente no se atreve a decir que esta boca es mía a pesar de ser el ministro de Interior. El infierno que viven muchos en el País Vasco se ha construido a base de muchos ojos que apartan la vista.