4 de julio de 2007. El primer asalto del Debate del Estado de la Nación nos dejó ayer un sabor agridulce. Dulce porque en las dos primeras intervenciones de Zapatero y Rajoy ambos estuvieron a la altura e incluso dijeron cosas interesantes y expusieron razones de peso, y agrio porque ETA se llevó la palma cuando "no se merece el premio de nuestra división". Cuando los terroristas tomaron el congreso muchos desconectamos el televisor y dimos por concluida la dosis anual de prudencia política.
Pero esa primera parte de la que hablo no estuvo mal. Zapatero ha demostrado que ha aprendido parte del arte de ser parlamentario, aunque todavía hay incoherencias verbales que dejan en evidencia su preparación intelectual. En un momento de la lectura de su discurso inicial dijo: "si la familia es decisiva para la socialización, la escuela lo es para la ciudadanía", como si la socialización no tuviera como cometido esencial la formación de buenos ciudadanos. Fue un juego de palabras para ensalzar a la familia -inédito en ZP, que va a pagar para incrementar los índices de natalidad- y a la vez encumbrar su asignatura preferida. Más adelante, el presidente del Gobierno reconoció que el "el proceso de paz" se truncó con el atentado de Barajas... pero no las conversaciones con ETA.
Rajoy, en su primera parte, no estuvo todo lo crispador y tremendista que hubieran deseado los diputados socialistas para después cebarse con el afán rupturista de la oposición. En sus dos intervenciones iniciales estuvo brillante. Dio una lección de buen gobernante y explicó al pueblo por qué es necesario que Zapatero abandone Moncloa y convoque elecciones anticipadas: "malo es que un país se estanque pero peor es que sea por culpa de la incompetencia del Gobierno". Habló de prudencia, de confianza, de decir siempre la verdad. Habló de la pésima gestión del Estatuto de Cataluña "con el que se empezó a reventar la estructura del Estado". Considero que las razones que dio Rajoy desde la tribuna son ciertas y estuvieron bien dichas. En el fondo era decirle a Zapatero que "no sólo de políticas sociales positivas pero superficiales vive un presidente" y que "cuando no hay madera se cometen imprudencias temerarias", como piensan muchos españoles, más de los que en Ferraz piensan.
Pero esa primera parte de la que hablo no estuvo mal. Zapatero ha demostrado que ha aprendido parte del arte de ser parlamentario, aunque todavía hay incoherencias verbales que dejan en evidencia su preparación intelectual. En un momento de la lectura de su discurso inicial dijo: "si la familia es decisiva para la socialización, la escuela lo es para la ciudadanía", como si la socialización no tuviera como cometido esencial la formación de buenos ciudadanos. Fue un juego de palabras para ensalzar a la familia -inédito en ZP, que va a pagar para incrementar los índices de natalidad- y a la vez encumbrar su asignatura preferida. Más adelante, el presidente del Gobierno reconoció que el "el proceso de paz" se truncó con el atentado de Barajas... pero no las conversaciones con ETA.
Rajoy, en su primera parte, no estuvo todo lo crispador y tremendista que hubieran deseado los diputados socialistas para después cebarse con el afán rupturista de la oposición. En sus dos intervenciones iniciales estuvo brillante. Dio una lección de buen gobernante y explicó al pueblo por qué es necesario que Zapatero abandone Moncloa y convoque elecciones anticipadas: "malo es que un país se estanque pero peor es que sea por culpa de la incompetencia del Gobierno". Habló de prudencia, de confianza, de decir siempre la verdad. Habló de la pésima gestión del Estatuto de Cataluña "con el que se empezó a reventar la estructura del Estado". Considero que las razones que dio Rajoy desde la tribuna son ciertas y estuvieron bien dichas. En el fondo era decirle a Zapatero que "no sólo de políticas sociales positivas pero superficiales vive un presidente" y que "cuando no hay madera se cometen imprudencias temerarias", como piensan muchos españoles, más de los que en Ferraz piensan.