Foto: EFE
29 de enero de 2008
Hubo una época en la que 400 euros se dispusieron a conquistar el mundo electoral. Eran tiempos de guerras a machete hasta doblar y partir a la oposición que se pusiera por delante. Sangre en la arena, muertos en la batalla como el valiente y combativo Gallardón y moribundos renqueantes como Gaspar Llamazares. Lluvia de propuestas que se clavan como flechas en los titulares de la prensa hasta impedirnos ver el sol.
En estos días de sandalia y sudor, de cascos y espadas dislocadas en lo más alto contra la dignidad del ejercicio de la política, 400 euros entraron en campaña por el paso de las Termópilas después de dejar tuerto al Rey Solbes, que entendió lo que es ofrecer una propuesta que te cueste un ojo de la cara. De fondo, el sibilino Zapatero, acostumbrado a ser político de tacto espartano, simula su poder con una imagen: sacaré los ojos al ministro de Economía si hace falta. Todo por una patria en crisis con los bolsillos depilados.
400 euros por cabeza para 400 euros declarados a Hacienda. 400 euros para salvarnos a todos de pobres. 400 euros para comprar un voto en unos momentos en los que las encuestas enseñan las orejas del lobo. 400 euros para salir airoso de la quema. 400 euros para sentar en el trono al único presidente español de la Democracia que sólo durará una legislatura. 400 euros, más 2.500 por niños, más billetes por doquier: la cabalgata irrisoria y ridícula del todopoderoso Jerjes.
De la Esparta de los 300 a la España de los 400 euros en cada casa, el regalo de los espartanos que saben estar en el Gobierno aunque son perfectamente conscientes de que les excede tanta responsabilidad. Espartanos con sangre de estoicos. Una Grecia que venía de su siglo de oro, a la era del barro de botijo de las caídas del Ibex.
martes, 29 de enero de 2008
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