martes, 29 de mayo de 2007

El ejemplo de Francia y la doble vuelta

Foto: EFE
29 de mayo de 2007. Lástima que no hayamos podido imitar a Francia en nada, en nada bueno. Las elecciones fueron un ejemplo para todos los españoles: una campaña limpia, una participación elevadísima y un nuevo presidente con autoridad. En España, la campaña ha estado empañada por "motivos personales" y por ETA y la participación en los comicios ha sido patética. Ahora es el momento de los pactos y las investiduras de los nuevos presidentes locales y autonómicos: la ceremonia de la prostitución de la democracia. Regidores que no son de los partidos más votados y partidos bisagra chantajeando para ser los que menos concejales tienen (los que menos interesan a los ciudadanos) y los que más responsabilidades tendrán en la formación de los nuevos gobiernos municipales y regionales.
Todo el mundo critica la Ley de Partidos, pero la norma sigue ahí, sembrando injusticias. Si fuéramos listos, secundaríamos el ejemplo de Francia y haríamos una segunda vuelta. Es verdad que así el sistema sería mucho más caro, pero también ayudaría a garantizar la estabilidad que es algo además de necesario, bastante más rentable. Y el que dice segunda vuelta, dice también que el alcalde o el presidente autonómico sea el cabeza de la lista más votada. Eso dicta el sentido común.
No es justo, ni democrático que gobierne un partido que no ha sido respaldado en las elecciones por la mayoría de los ciudadanos. Piense por un momento en lo que están sufriendo la mayoría de los navarros en estos momentos de incertidumbre, o los ciudadanos de Baleares... qué angustia ver como se le puede dar la vuelta a la tortilla sólo por estar a un concejal de la mayoría absoluta. Debe ser una sensación extraña, pero es el pan nuestro de cada día en capitales de provincia como Córdoba (donde el PP ha desbancado a Rosa Aguilar), Sevilla (gana el PP pero PSOE e IU pactan y se llevan el premio)...
Además de un problema ético (¿cómo puede tener un señor/a la poca vergüenza de ostentar un sillón que no le corresponde?) es una cuestión estética, de mal gusto. Es meterse por la cara en el Ayuntamiento o en la junta autonómica correspondiente como una canapero en el Hotel Rtiz.