28 de noviembre de 2007. Seguimos con sinestesias. El Partido Popular también tiene su gama de tendencias y su tabla de pantones porque los partidos políticos han perdido ya la unidad para ensalzar la autonomía del candidato por encima de las ideas, del consenso y de los intereses mayoritarios de los votantes. No me parece ni bien ni mal. Lo malo es que no hubiera voces discordantes y que siguiéramos apostando por ensalzar al político-borrego. El problema es que entre una cosa y otra hay mil tonos de grises: una cosa es discrepar y otra cosa es confundir con ideas que tiran en dirección y sentido contrario. Al final, el principio de Arquímedes se impone: todo cuerpo extraño sumergido en un caldo politizado experimenta un empuje vertical hacia el olvido directamente proporcional al peso de la resistencia del fluido enquistado... y los antisistemas de los partidos acaban siendo los menos valorados por los votantes tradicionales.
Rajoy es, según la opinión pública publicada por el CIS, el candidato más gris. Yo creo que es más un gris azulado. Acebes es el marrón-Bermejo. Gallardón es el blanco-zen, el color de moda entre los progresistas modernos que van cien años por delante del conservador rancio que le vota. Zaplana es el verde cobalto de su corbata, un poco de caparazón de escarabajo pelotero. Arenas es el albero de los toros y los caminitos de las ferias andaluzas, el color de los terratenientes de buena vida: un mix entre el amarillo-manzanilla de su copa y el marrón ocre de sus resultados electorales en la comunidad andaluza. Aguirre es el dorado-freixenet con burbujas y lentejuelas. María San Gil es el rojo de la vida y de la sangre en la memoria de los que conviven a sus anchas en la acera de enfrente. Otaola es el azul del cielo de la dignidad. Juan Costa es el verde-lacoste. Piqué era el amarillo chillón y Aznar el azul oscuro más oscuro desde la Guerra de Irak.
Con todo este percal, Mariano necesita coger un poco de color en estos días previos a su cita con las urnas. No puede ser un político tan neutro porque esa puede ser la gota policromada que consiga una derrota en el segundo intento: la calle es la calle, y un titular de diario gratuito ahora hace más daño que una editorial de relumbrón.
Rajoy es, según la opinión pública publicada por el CIS, el candidato más gris. Yo creo que es más un gris azulado. Acebes es el marrón-Bermejo. Gallardón es el blanco-zen, el color de moda entre los progresistas modernos que van cien años por delante del conservador rancio que le vota. Zaplana es el verde cobalto de su corbata, un poco de caparazón de escarabajo pelotero. Arenas es el albero de los toros y los caminitos de las ferias andaluzas, el color de los terratenientes de buena vida: un mix entre el amarillo-manzanilla de su copa y el marrón ocre de sus resultados electorales en la comunidad andaluza. Aguirre es el dorado-freixenet con burbujas y lentejuelas. María San Gil es el rojo de la vida y de la sangre en la memoria de los que conviven a sus anchas en la acera de enfrente. Otaola es el azul del cielo de la dignidad. Juan Costa es el verde-lacoste. Piqué era el amarillo chillón y Aznar el azul oscuro más oscuro desde la Guerra de Irak.
Con todo este percal, Mariano necesita coger un poco de color en estos días previos a su cita con las urnas. No puede ser un político tan neutro porque esa puede ser la gota policromada que consiga una derrota en el segundo intento: la calle es la calle, y un titular de diario gratuito ahora hace más daño que una editorial de relumbrón.
1 comentario:
Para gustos, los colores. Uno más: Rato, el salmón de la prensa económica en la que tanto le gusta salir.
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