15 de enero de 2008
Final oficial de la legislatura más desastrosa de España: testimonio unánime de todos los medios de comunicación, incluso de aquéllos que deben pagara aún sus peajes. Un respiro de calma en medio del embrollo preelectoral que nos inunda. En el punto de mira, Zapatero se queda desnudo ante los lectores de El Mundo: ocho horas de entrevista, de ataques a la yugular y alguna palmadita en la espalda para decir con sus palabras: "después de estos cuatro años, que reconozco que no han sido muy brillantes, por fin he aprendido a ser presidente del Gobierno".
Zapatero sonríe a la cámara con ese gesto tan suyo de "venga, por dos tonterías no voy a quedarme sin la reelección". De paso, como haciéndose el cómplice, nos cuenta a todos los españoles que terminar el proceso de paz el día de la T-4 fue una estafa, una mentira, una burla, un desprecio al visto bueno del Congreso y una higa de bufón a la opinión pública. Y se queda dan ancho, mientras los medios de Prisa y de Mediapro buscan excusas para salvaguardar una imagen que ni siquiera el presidente se molesta en conservar.
Zapatero en canicas sobre papel couché. Sin trampa ni cartón se observa que no hay truco, es lo que hay. No hay nada más de lo que vemos. Y eso que los ciudadanos españoles vemos más allá que un dirigente gubernamental: Él no vio a ANV y PCTV como filiales políticas de Batasuna-ETA, nosotros lo deducimos por lógica matemática desde el primer momento; él no vio en un atentado la ruptura de la tregua, estaba dispuesto a inmolar la dignidad de la democracia hasta el holocausto, nosotros entendimos desde ese día que un Gobierno que se sentara de nuevo en la mesa de esos cobardes merecería la cadena perpetua del olvido. Él no vio llegar la crisis económica. Perdió el tiempo cotilleando los movimientos del sector privado y sacando tajada de las OPA. Nosotros, que sabemos lo que vale un café, observamos la subida desde el primer instante en el que se nos descuadró el presupuesto de la bolsa de la compra. Él no ha tenido ojos para ver el más acá porque estaba perdido en la Alianza de las Civilizaciones y en la conquista de la Paz universal, jugando a ser un soñador abstraído de la cruda realidad que fabricaba con cada una de sus decisiones políticas. Nosotros, con los pies en el suelo y el sudor en la frente, nos dimos cuenta que sacar balones fuera era la teoría política esencial del que reconoce su incompetencia. Salir del país buscando posada en los mundos platónicos mientras ardía España. Sua culpa.
Final oficial de la legislatura más desastrosa de España: testimonio unánime de todos los medios de comunicación, incluso de aquéllos que deben pagara aún sus peajes. Un respiro de calma en medio del embrollo preelectoral que nos inunda. En el punto de mira, Zapatero se queda desnudo ante los lectores de El Mundo: ocho horas de entrevista, de ataques a la yugular y alguna palmadita en la espalda para decir con sus palabras: "después de estos cuatro años, que reconozco que no han sido muy brillantes, por fin he aprendido a ser presidente del Gobierno".
Zapatero sonríe a la cámara con ese gesto tan suyo de "venga, por dos tonterías no voy a quedarme sin la reelección". De paso, como haciéndose el cómplice, nos cuenta a todos los españoles que terminar el proceso de paz el día de la T-4 fue una estafa, una mentira, una burla, un desprecio al visto bueno del Congreso y una higa de bufón a la opinión pública. Y se queda dan ancho, mientras los medios de Prisa y de Mediapro buscan excusas para salvaguardar una imagen que ni siquiera el presidente se molesta en conservar.
Zapatero en canicas sobre papel couché. Sin trampa ni cartón se observa que no hay truco, es lo que hay. No hay nada más de lo que vemos. Y eso que los ciudadanos españoles vemos más allá que un dirigente gubernamental: Él no vio a ANV y PCTV como filiales políticas de Batasuna-ETA, nosotros lo deducimos por lógica matemática desde el primer momento; él no vio en un atentado la ruptura de la tregua, estaba dispuesto a inmolar la dignidad de la democracia hasta el holocausto, nosotros entendimos desde ese día que un Gobierno que se sentara de nuevo en la mesa de esos cobardes merecería la cadena perpetua del olvido. Él no vio llegar la crisis económica. Perdió el tiempo cotilleando los movimientos del sector privado y sacando tajada de las OPA. Nosotros, que sabemos lo que vale un café, observamos la subida desde el primer instante en el que se nos descuadró el presupuesto de la bolsa de la compra. Él no ha tenido ojos para ver el más acá porque estaba perdido en la Alianza de las Civilizaciones y en la conquista de la Paz universal, jugando a ser un soñador abstraído de la cruda realidad que fabricaba con cada una de sus decisiones políticas. Nosotros, con los pies en el suelo y el sudor en la frente, nos dimos cuenta que sacar balones fuera era la teoría política esencial del que reconoce su incompetencia. Salir del país buscando posada en los mundos platónicos mientras ardía España. Sua culpa.
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