22 de enero de 2008
El PSOE es la quintaesencia de la capacidad de previsión, clave para el buen gobernante. No hay nada peor que confiar nuestros destinos a gente demasiado interesada en imponerse utilizando exclusivamente técnicas de comunicación y mensajes grandilocuentes de rechazo a la oposición cuando después no son capaces de solucionar los problemas con tiempo, viéndolos venir y atajando sus consecuencias antes de que el temporal llegue al pueblo.
Acuérdense del día antes del atentado de la T-4. Zapatero dejó claro en rueda de prensa que empezaba una nueva época en la lucha contra el terrorismo en España: "Hoy estamos mejor que ayer". Y mañana estalló una bomba que cercenó dos vidas. Después llegó su mentira a la sociedad que quedó en negro sobre blanco en la entrevista con Pedro J. y que ha pasado como agua de mayo en esta eterna precampaña electoral. Así, el presidente del Gobierno primero se equiocó en la previsión, erró gravemente en el diagnóstico, y finalmente se pasó las normas éticas para el tratamiento por donde dijimos.
El domingo Felipe González, el hombre que no apuesta un céntimo por Zapatero, nos sorprendió con un mitin de los de pana y ante en Cataluña. Además de escupir contra la radio de los obispos -todo un clásico ya del entretenimiento nacional- se le ocurrió aventurar que pronto finalizaría la crisis económica que denunciaban los antipatriotas descreídos que arremetían continuamente contra la gestión del Gobierno en esta materia a pesar de Solbes. Al día siguiente -ayer- todos los medios anunciaban con preocupantes titulares la caída más fuerte de la Bolsa en toda su historia. Era el lunes negro cuando González auguraba un lunes de oro y lentejuelas.
Con linces así llegaremos los primeros.
El PSOE es la quintaesencia de la capacidad de previsión, clave para el buen gobernante. No hay nada peor que confiar nuestros destinos a gente demasiado interesada en imponerse utilizando exclusivamente técnicas de comunicación y mensajes grandilocuentes de rechazo a la oposición cuando después no son capaces de solucionar los problemas con tiempo, viéndolos venir y atajando sus consecuencias antes de que el temporal llegue al pueblo.
Acuérdense del día antes del atentado de la T-4. Zapatero dejó claro en rueda de prensa que empezaba una nueva época en la lucha contra el terrorismo en España: "Hoy estamos mejor que ayer". Y mañana estalló una bomba que cercenó dos vidas. Después llegó su mentira a la sociedad que quedó en negro sobre blanco en la entrevista con Pedro J. y que ha pasado como agua de mayo en esta eterna precampaña electoral. Así, el presidente del Gobierno primero se equiocó en la previsión, erró gravemente en el diagnóstico, y finalmente se pasó las normas éticas para el tratamiento por donde dijimos.
El domingo Felipe González, el hombre que no apuesta un céntimo por Zapatero, nos sorprendió con un mitin de los de pana y ante en Cataluña. Además de escupir contra la radio de los obispos -todo un clásico ya del entretenimiento nacional- se le ocurrió aventurar que pronto finalizaría la crisis económica que denunciaban los antipatriotas descreídos que arremetían continuamente contra la gestión del Gobierno en esta materia a pesar de Solbes. Al día siguiente -ayer- todos los medios anunciaban con preocupantes titulares la caída más fuerte de la Bolsa en toda su historia. Era el lunes negro cuando González auguraba un lunes de oro y lentejuelas.
Con linces así llegaremos los primeros.
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