Martes, 4 de septiembre de 2007. Zapatero se ha pasado estos tres años y casi siete meses fomentando desde el Gobierno sus grandes líneas maestras de la política social, que pueden resumirse básicamente en dos palabras: uniones homosexuales. Dentro de esa gama de medidas se incluyen otras como las dirigidas a reducir la violencia contra las mujeres o el número de accidentes en las carreteras, aunque los telediarios demuestran que no funcionan, como tampoco marchan las promesas de rebaja en las hipotecas o el acercamiento de la vivienda para los jóvenes que pueden convertir a Chacón en la ministra más prescindible de la historia del socialismo español, por detrás de Carmen Calvo, se entiende.
Las políticas sociales de Zapatero han sido iniciativas más o menos audaces, más o menos comprometidas: buenas intenciones que no han logrado cumplir sus objetivos. Amagar y no dar es un esfuerzo triste. Tiene el mismo rendimiento que no hacer nada. Estaría bien que los políticos se tomaran en serio ese proverbio ¿chino? que reza "Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes", que sería una buena filosofía de fondo para una campaña electoral como la que se nos viene encima.
Zapatero lo ha intentado con las políticas sociales y no ha conseguido nada más que soltarles la melena al lobby rosa y a los artífices de la ideología de género. Tanto monta, monta tanto.
Es lo mismo que le ha pasado con las políticas económicas. A pocos meses de que abandone el sillón de Moncloa, el presidente del Gobierno ha logrado lo que parecía imposible: elevar el precio de la leche, de la carne de vacuno y del pan hasta convertir el precio de la cesta de la compra en el de la cesta de Navidad. Sube el gasto en los supermercados a la vez que se incrementan los desembolsos para la vuelta al cole. La auténtica y genuina cuesta de septiembre. También crecen las hipotecas y ya podemos pasarnos 27 años, uno detrás del otro, pagando cada ladrillo de oro de nuestras casas. Y para mayor emoción, en algunas comunidades tener luz o coger un cercanías se ha convertido en una epopeya.
No sé, no sé. Lo de las políticas sociales debe ser sinónimo de deconstrucción el el diccionario de Ferraz.
Las políticas sociales de Zapatero han sido iniciativas más o menos audaces, más o menos comprometidas: buenas intenciones que no han logrado cumplir sus objetivos. Amagar y no dar es un esfuerzo triste. Tiene el mismo rendimiento que no hacer nada. Estaría bien que los políticos se tomaran en serio ese proverbio ¿chino? que reza "Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes", que sería una buena filosofía de fondo para una campaña electoral como la que se nos viene encima.
Zapatero lo ha intentado con las políticas sociales y no ha conseguido nada más que soltarles la melena al lobby rosa y a los artífices de la ideología de género. Tanto monta, monta tanto.
Es lo mismo que le ha pasado con las políticas económicas. A pocos meses de que abandone el sillón de Moncloa, el presidente del Gobierno ha logrado lo que parecía imposible: elevar el precio de la leche, de la carne de vacuno y del pan hasta convertir el precio de la cesta de la compra en el de la cesta de Navidad. Sube el gasto en los supermercados a la vez que se incrementan los desembolsos para la vuelta al cole. La auténtica y genuina cuesta de septiembre. También crecen las hipotecas y ya podemos pasarnos 27 años, uno detrás del otro, pagando cada ladrillo de oro de nuestras casas. Y para mayor emoción, en algunas comunidades tener luz o coger un cercanías se ha convertido en una epopeya.
No sé, no sé. Lo de las políticas sociales debe ser sinónimo de deconstrucción el el diccionario de Ferraz.
1 comentario:
Lo de siempre: se les llena la boca hablando de derechos y garantías sociales, mientras que el país se queda sin luz, sin trenes, con fuegos, con más de 2.000 accidentes de tráfico -que se dice pronto-, y los ciudadanos las pasamos canutas para llegar a fin de mes, y en plan serio, no como Esperanza Aguirre... Mientras tanto, eso sí, días del orgullo gay por aquí y por allí; feministas guerreras, Educación para la Ciudadanía y estatutos de autonomía. Nunca antes se vio mayor distancia entre el presidente de un Gobierno y sus españoles representados. Patético. He dicho.
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