27 de junio de 2007. El próximo martes tendremos tarde de circo en el Congreso de los Diputados: hay debate sobre el estado de la nación, la última batalla campal del curso en el hemiciclo. La fiesta de la falta de respeto encubierta como libertad de expresión. Un ejemplo rotundo de educación para la ciudadanía...
Qué interesante sería que por una vez el debate del estado de la nación interesara a la nación: que se hablara del precio de la vivienda y las medidas tomadas para rebajarlos, o de la escasez de médicos que padece el Sistema Nacional de Salud y las soluciones adpotadas hasta ahora. De la situación de los embalses, de la violencia en las aulas, de la seguridad ciudadana, de las plazas en los colegios concertados... En fin, de lo que realmente nos ocupa y nos preocupa. Que no caigan en la tentación de pasarse toda una tarde en el Congreso hablando de ETA y del Gara, del coche de Ayamonte o de los seis militares fallecidos en el Líbano. Por supuesto que estos temas nos interesan a los españoles, pero no como motivo de confrontación entre los dos partidos mayoritarios. Si no sirven para unir, que se guarden sus discrusitos: que Zapatero y Rajoy tengan la prudencia necesaria para discutir a solas en los despachos los temas que rompen España en mil pedazos.
Pero ya verán como el guión será otro muy distinto. Dos discrusos paralelos, un monólogo a dos bandas: que si la negociación con ETA, que si la economía va viento en popa, que si el PP vuelve a sus análisis tremendistas, que si el PSOE vive en el país de las maravillas y bla, bla, bla... Horas y horas aburriendo a sus señorías tanto en la cámara como en la tele con la intención de buscar a un ganador y a un vencido: como si la política española no fuera más que un combate de poressing catch.
Qué interesante sería que por una vez el debate del estado de la nación interesara a la nación: que se hablara del precio de la vivienda y las medidas tomadas para rebajarlos, o de la escasez de médicos que padece el Sistema Nacional de Salud y las soluciones adpotadas hasta ahora. De la situación de los embalses, de la violencia en las aulas, de la seguridad ciudadana, de las plazas en los colegios concertados... En fin, de lo que realmente nos ocupa y nos preocupa. Que no caigan en la tentación de pasarse toda una tarde en el Congreso hablando de ETA y del Gara, del coche de Ayamonte o de los seis militares fallecidos en el Líbano. Por supuesto que estos temas nos interesan a los españoles, pero no como motivo de confrontación entre los dos partidos mayoritarios. Si no sirven para unir, que se guarden sus discrusitos: que Zapatero y Rajoy tengan la prudencia necesaria para discutir a solas en los despachos los temas que rompen España en mil pedazos.
Pero ya verán como el guión será otro muy distinto. Dos discrusos paralelos, un monólogo a dos bandas: que si la negociación con ETA, que si la economía va viento en popa, que si el PP vuelve a sus análisis tremendistas, que si el PSOE vive en el país de las maravillas y bla, bla, bla... Horas y horas aburriendo a sus señorías tanto en la cámara como en la tele con la intención de buscar a un ganador y a un vencido: como si la política española no fuera más que un combate de poressing catch.
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